Cada avance frente a las leyes de la naturaleza ha supuesto una mejora relativa, pues ha acarreado en muchas ocasiones un daño en el ecosistema del planeta, que ha puesto en entredicho cualquier ventaja conseguida.

La industrialización a gran escala, por ejemplo, colma con creces nuestras necesidades en bienes de consumo. A su vez, la contaminación inherente a este proceso industrial ha hecho bajar la calidad del aire en muchos lugares provocando enfermedades y generando fenómenos de lluvia ácida con efectos devastadores en zonas boscosas. Algunos científicos han encontrado una relación directa entre la emisión de CO2, tanto por las fábricas como por los vehículos con los que nos desplazamos, y el calentamiento global de este mundo donde vivimos, cuyas consecuencias comenzamos a notar.

Muchas personas inquietas por preservar nuestro hábitat nos incomodamos y denunciamos este "progreso" destructor.

Pero no sólo hemos tratado de dominar tierras, mares y cielos, sino toda forma de vida. La humana también.

En aras del control de la natalidad, apelando a la conciencia social, se ha potenciado por instituciones internacionales, apoyadas por importantes medios de comunicación, una cultura que normaliza en nuestra sociedad la interrupción artificial del embarazo. Esos mismos medios han logrado que los únicos mensajes anti abortistas que consiguen llegar a la opinión pública provengan siempre de grupos religiosos o ultra-conservadores. En realidad hay personas de todo tipo de ideología e incluso sin credo alguno que aborrecen esta práctica por antinatural.

Hemos de señalar aquí que tanto la socialdemocracia, implementando leyes abortistas con "coladeros" como el supuesto de "daños psicológicos a la madre", como los cristiano-demócratas, no aboliendo dichas leyes (*), han conducido a la sociedad occidental a una desnaturalización extrema. Desde un punto de vista ecologista, el aborto provocado de un embarazo sin complicaciones no es otra cosa que una violación de las leyes de la naturaleza. Sin una manipulación artificial, el embrión en el interior de la madre seguiría su curso normal. Cuando se practica la operación quirúrgica de destrucción del feto, se esta segando una vida que empieza a brotar. Con la introducción forzada de elementos químicos o metálicos en el lugar donde, en circunstancias naturales, debiera darse el ambiente idóneo para el desarrollo de un nuevo ser vivo, se esta destruyendo deliberadamente un "ecosistema" generado tras muchos millones de años de evolución.

Hartos de artificios "contra natura", muchos hombres y mujeres nos horrorizamos y revelamos ante la aniquilación de gestaciones humanas sanas y viables.

Por último, aclarar que quienes violan sistemáticamente las leyes de la naturaleza, emplean siempre eufemismos para encubrir sus actividades: "desarrollo agrícola y ganadero" usan para referirse a la "destrucción sistemática de la selva amazónica". "Aborto" dicen, en lugar de "dar muerte" o "quitar la vida". Llamemos a las cosas por su nombre. Es la mejor forma de entendernos.

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(*) La ley del aborto establecida por el gobierno del socialista Felipe González (PSOE) en España en 1985 y que despenalizaba en muchos supuestos la interrupción voluntaria del embarazo, entre ellos el difícilmente tangible de "daños psicológicos a la madre", jamás fue derogada por su sucesor conservador, José María Aznar (PP), en cuyo periodo legislativo (1996-2004) se produjeron mas de 500.000 muertes de seres en proceso de gestación. Posteriormente, tras algunas disposiciones incorporadas durante el mandato de Rodríguez Zapatero (PSOE) que permitían que se practicasen abortos en menores de edad sin consentimiento de los padres, un nuevo gobierno de derechas con Mariano Rajoy (PP) al frente, ha considerado suficiente eliminar estas últimas disposiciones y dejar de nuevo en vigor la anterior ley de Felipe González.